Alejandro Fernández
FOTO: ARTURO GARCÍA/ENVIADOS ESPECIALES
29 de mayo de 2014
POR GUILLERMO MARTÍNEZ G./ENVIADOS ESPECIALES
ACAPULCO, Guerrero.- Alejandro Fernández hizo cantar hasta al cielo en el recital que ofreció anoche en este hermoso lugar.
El cantante brindó un gran concierto para sus seguidores que están disfrutando al máximo el Festival Acapulco.
Más de siete horas tuvo que esperar la gente bajo una pertinaz lluvia, pero la espera valió la pena para cantar al unísono las "Confidencias" del "Potrillo", ya que el concierto comenzó justo cuando concluyó el partido de la despedida del Tri hacia el Mundial de Brasil, y la gente había comenzado a llegar desde las 4 de la tarde para agarrar un buen lugar.
Fue una noche llena de emociones, de romanticismo y luces multicolores. Otra vez juegos pirotécnicos y muchas jovencitas emocionadas hasta el llanto. Cantando y conviviendo al unísono del jalisciense que deleitó también con sus sensuales movimientos.
Instantes antes de subir al escenario, Alejandro señaló que se encontraba muy contento por asistir a dicho encuentro con su público.
"Gracias por la paciencia de toda esa gente que a pesar de que estuvo lloviendo, además de que vimos el partido de futbol, pues decirle a todo mundo que venga. Tengo gira por España, algunas presentaciones todavía en México, y durante todo el año".
Entonces comenzó con "Cóncavo y convexo", "Se me va la voz", acompañado de un excelente conjunto de músicos y coreografía.
Fue un compendio de sus mejores canciones, que el respetable aplaudió a rabiar.
"Muy buena noches Acapulco. Es un verdadero placer estar con ustedes, cantar aquí en este puerto. Porque Guerrero necesita más de su gente, de su fuerza, y de cada uno de nosotros para dejarle a las nuevas generaciones una vida con libertad y muchísima dignidad".
Y la algarabía de más de 11 mil personas alabando al "Potrillo", coreando a todo pulmón canciones como "Estuve", "Me dediqué a perderte", "Qué voy a hacer con mi amor", "Nube viajera", "Loco" y "Yo no sé olvidar", entre otras.
Así, una vez más el romanticismo-ranchero de Alejandro Fernández vibró entre palmeras, aire, lluvia y calor humano que no querían que su ídolo se marchara.
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